Paloma Sanz
Marc Chagall, Karl Caspar, Max Beckmann, Oskar Kokoschka, Otto Dix, Wassily Kandinsky, Paul Klee o Ernst Ludwig Kirchner. Todos estos nombres tienen algo en común: son artistas víctimas del desprecio nazi y formaron parte de la exposición que pretendía señalar y perseguir a los representantes de las nuevas vanguardias artísticas, como parte de la estrategia del nazismo contra la cultura moderna.
Una de las mayores obsesiones de Hitler era el arte, tenía debilidad por el neoclasicismo alemán y odiaba profundamente el arte moderno. En su juventud había sido aspirante a la escuela de Bellas Artes, en la que nunca pudo entrar. Después, y durante años, alimentó su resentimiento contra las élites de la cultura, que preferían las obras expresionistas a las composiciones figurativas.
Tras su llegada al poder, Hitler puso en marcha toda su maquinaria propagandística para acabar con todo aquello que odiaba, también en cuestiones artísticas. Y había una persona que estaba al frente de toda esta estrategia, Adolf Ziegler, el artista favorito del führer. Ziegler contaba con recursos y un buen número de agentes con los que recorría los museos del país. Tras la batida, Ziegler y sus hombres regresaron con una selección de obras cubistas, expresionistas, arte abstracto y surrealista, en definitiva, todas aquellas obras sospechosas y señaladas como ejemplo de deformación, perversión y locura. El expolio llevó a la confiscación y destrucción de más de 20.000 obras extraídas de distintos museos y galerías alemanas. Ziegler organizó entonces dos exposiciones, la primera era una muestra de paisajes y obras del gusto del führer. La segunda, formada por unas 600 obras incautadas, fue estigmatizada con el nombre de Exhibición de Arte Degenerado (Entartete Kunst).
Se llevaron a cabo subastas en las que llegaron a salir a la venta cuadros de Picasso y de otros pintores que hoy forman parte de las colecciones más importantes del mundo, como Edvard Munch.
Aquellas obras, producto del expolio, pasaron a manos de algunos altos cargos alemanes, sobre todo de Hildebrand Gurlitt, que se quedó con unas 1.400 robadas en los museos alemanes y a sus propietarios judíos.
El expolio fue de tal calibre que, al final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos creó la brigada Monuments Men, cuya misión era la búsqueda y recuperación de obras de arte robadas por los nazis. Hay una película interesante sobre el tema, The Monuments Men, de 2014, dirigida y protagonizada por George Clooney.
Otra película que trata el tema de la recuperación de obras robadas por el nazismo es La Dama de oro, de 2015, dirigida por Simon Curtis y protagonizada por Helen Mirren.
A pesar de las terribles consecuencias que este acontecimiento tuvo para la mayoría de sus protagonistas, al régimen nazi la jugada no le salió bien. La exposición de arte figurativo, que ellos pretendían ensalzar, apenas tuvo éxito. Mientras que la paralela de Arte degenerado recibió más de dos millones de visitantes. Lo mismo ocurrió con las ventas, las subastas que se organizaban de obras degeneradas se llenaban de compradores, mientras que nadie se interesaba por las obras de la gran exposición y tuvo que ser el propio Hitler quien comprara gran parte de la colección.
Adolf Ziegler pasó una temporada en el campo de concentración de Dachau, tras haber criticado al führer y sus políticas de gestión artística. Trató después de retomar su carrera como pintor, pero en la Academia de Bellas Artes de Múnich le negaron siempre su participación, alegando que sus logros artísticos habían sido conseguidos por su amistad con Hitler. Murió en 1959.
Otro de los colectivos artísticos más afectados por el régimen nazi fue el de los músicos, sobre todo compositores y libretistas, de los que hay grandes historias que contar. Pero eso será materia de otra entrada.
Si te interesa profundizar en este tema, aquí te dejamos una selección bibliográfica sobre la materia.