Tras la muerte de Ernesto Sábato ha habido un aluvión de comentarios y críticas a su vida y obra como es habitual cuando un personaje de renombre fallece. En un principio había pensado unirme a esta corriente y ensalzar la figura del fallecido, destacando su aportación a la literatura, especialmente en castellano, con su exaltación de valores universales que están desapareciendo y que él se negaba a perder. Pero como ya se ha escrito mucho sobre el tema y plumas más competentes que la mía, prefiero comentar algo más superfluo de su literatura y presentar un párrafo de su novela El Túnel:
Fíjate que nunca he podido acabar una novela rusa. Son tan trabajosas… Aparecen millares de tipos y al final resulta que no son más que cuatro o cinco. Pero claro cuando te empiezas a orientar con un señor que se llama Sacha y luego Sachka y luego Sachenka, y de pronto algo grandioso como Alexandre Alexandrovitch Bunine y más tarde es simplemente Alexandre Alexandrovitch. Apenas te has orientado, ya te despistan nuevamente. Es cosa de no acabar: cada personaje parece una familia.
Yo sí he conseguido acabar unos cuantos clásicos rusos y los he disfrutado, pero eso no quita que cuando leí el primero no me surgieran dudas similares.
¿Por qué nadie me advirtió de que cada personaje parece una familia?. Menos mal que esas dudas se disipan tras la lectura del primero, y digo primero porque una vez que lees uno sientes la necesidad de leer más, como ocurre con las novelas de Sábato.
P.D: perdón a quien el comentario le haya resultado frívolo y superficial, pero si lo que buscas es algo profundo y que incite a la meditación, lo que tienes que hacer es leer a Sábato.